lunes, 24 de junio de 2013

Guisito de lentejas anti-anemia (alto en hierro pero, como diría mi hermana, sin animal muerto)

Mi hermana mayor acaba de parir, bueno, hace un tiempito, pero no importa, necesita comer sano, estar fuerte…¡¡¡y  es vegetariana!!!

De por si, por varias razones difíciles de sintetizar, pero que incluyen nuestra fisiología en igual medida que nuestras pautas culturales y de género, las mujeres tendemos estar un pelín anémicas. Ni que hablar recién paridas, dando de mamar, o siendo vegetarianas, en una sociedad que por exceso de trabajo, falta de tiempo y recursos, atenta contra esta misma dieta. Por todo esto, decidí regalarle a mi hermanita, y a todxs lxs que lean nuestro blog, con una receta de un guiso de lentejas anti-anemia… ¡pero sin “carne”, y delicioso!

El secreto del sabor va a estar en la variedad de los vegetales (yo puse los que a mi me gustan, pero podrían agregar, por ejemplo, papa y choclo, y queda buenísimo también), y en elegir las especies que nos gusten, además del gustito fresco que le va a dar el perejil y el limón. Pero además las lentejas las  hortalizas y el perejil tienen niveles muy importantes de hierro, que combinados con la vitamina c del limón y el perejil, vamos a poder absorber mucho mejor.  O sea que esta combinación de perejil y limón esta buenísima para cualquier otra comida que contenga hierro. Un secreto clave: no tomar ninguna infusión caliente después de este guisito (y tampoco vino…ah, such is life) porque si no los taninos van a barrer buena parte de estos micronutrientes!

¿Que vamos a necesitar?

Utensilios:
Un bowl plástico o de vidrio, grande.
Una olla bien grande, de hierro o barro sería genial.
Una sartén honda.
Cuchara de madera.

Cuchilla afilada.

Tabla de madera.
Un rallador para cascarita.


Ingredientes:
400 g de lentejas (o lentejón si están apuradxs).
¼ de zapallo, o media calabaza.
2 zanahorias medianas.
½ morrón rojo, ½ amarillo y ½ verde, y si no un rojo entero.
2 puerros.
4 cebollitas de verdeo.
1 cebolla mediana (colorada esta buenísimo).
1 berenjena.
3 dientes de ajo medianos.
1 taza de perejil recién picado.
4 cucharadas de aceite de oliva o de maíz.
4 tomates perita o una lata de tomates (opcional, si lo usamos agreguemos también una cuchara de te de azúcar).
½ taza de queso rallado (opcional).
½  limón.

Para condimentar:
Sal y pimienta son imprescindibles, después podemos completar con pimentón dulce y un toque de comino, sino con Curry, o con ají molido, nuez moscada, o una rica massala ahumada.

A cocinar!

1) Primero lo primero, limpiar las lentejas, las metemos en el bowl con agua, mezclamos con las manos para que suba la suciedad, tiramos el agua, y así varias veces hasta que el agua ya no larga “espuma” y es bien transparente. Ahí dejamos nuestras lentejas en remojo algunas horas (si queremos todo ya, ya…en vez de lentejas usen “lentejón” que en 30 minutos, y sin remojo, están listas).

2) Listo el lavado y el remojo, las ponemos en la olla con abundante agua y sal, a cocinarse….

3) Mientras tanto, en el palacio de la justicia …agarramos nuestra tabla y cuchilla bien afilada, y cortamos todos nuestros vegetales (menos el limón y los tomates) en cubitos bien chiquitos, menos de medio cm, esto se llama brunoise (Pero la verdad que si están podridxs y no tiene ganas de andar cortando mucho, se puede cortar un poco mas grande, y en todo caso se cocina algunos minutos más). Conviene empezar cortando las tiras finitas, y de ahí volver a cortar para hacer los cubitos.

Entre la cebolla, el verdeo y el puerro corremos el peligro de quedarnos ciegxs, consejo, tengan el agua fría corriendo, y enjuaguen en ella el cuchillo todo el tiempo…o consíganse unas antiparras! Mi hermanita la vegetariana dice que lo mejor es guardar las cebollas en la heladera, les dejo también este tip.

4) En nuestra sartén, con 3 cucharadas de oliva metemos la cebolla, el verdeo, puerro, ajo, y zanahoria, a los cuatro minutos agregamos la berenjena y el zapallo o calabaza. Lo salteamos unos minutos más, hasta que vayan ablandándose y poniéndose brillantes. Este es un buen momento para rallar un poco de nuez moscada, y agregar sal.

5) Si quisiéramos la opción del tomate podemos usar los de lata, cortándolos en dos, sacando las semillas, y cubeteándolos. O pelar unos frescos, haciéndoles un corte en cruz con cuchillo, y sumergiéndolos unos minutos en agua hirviendo. La piel se desprende, y seguimos como con los de lata. Este tomate lo agregamos a la sartén, cocinamos un minuto más, y agregamos el azúcar, para que nos se nos frunza hasta el alma por la acidez del tomate.

6) Mientras tanto nuestras lentejas ya se deben haber cocinado media hora, tiramos buena parte del agua de cocción. Le agregamos todos los vegetales de nuestra sartén, le agregamos sal y pimienta, y el condimento que hayamos elegido para levantar el sabor, cocinamos unos minutos más, para que se concentren los sabores, y apagamos la hornalla.

7) Unos minutos después, le rallamos nuestro medio limón y le exprimimos el jugo por arriba, finalmente le tiramos todo el perejil picado, y la cucharada restante de aceite de oliva, tapamos y lo llevamos a la mesa.  Podemos llevar queso rallado para que se agregue quien quiera.



8) Comer todo lo que queramos, es sano, para nada muy calórico, pero sin prisa y con calma… que las lentejas hacen lo suyo y puede ser complicado seguir el día :)

domingo, 16 de junio de 2013

Calamares a la parrilla

Me encanta el olor de la madera quemada en la parrilla, el olor a hogar a leña o a salamandra. Me gusta en invierno y en verano. Me encanta el sabor del ahumado en casi cualquier preparación: queso, fiambre, pescado, verduras… Muchas veces he dicho que si fuera por el ahumado podría comerme un pedazo de cartón y pensar que es rico. No sé a qué se debe, pero me es altamente placentero y sabroso.
De ahí que temprano en mi iniciación culinaria, la parrilla no fue, de ninguna manera un territorio masculino.  
De hecho, mi vieja hace unos asados que son para chuparse los dedos… Mi viejo ni que hablar. Así que con el determinismo biológico a cuestas, me encargué de indagar en el mundo del carbón y la cocción a las brasas.
Entre mi amor por el asado y los mariscos, el primero fue quedando paulatinamente en manos de quienes me miman– mi viejo y mi novio-. En cambio el segundo, fue un territorio casi inhóspito y quedó bajo mi sola mirada exploratoria. Buenos Aires es una ciudad muy cosmopolita, y si bien el Río de la Plata bordea sus costas, los bichos de mar no son una gran parte de su cultura culinaria, o al menos no lo eran hasta hace no mucho, y al mismo tiempo, cuando se accede a ellos, es  casi un lujo. Desde que existe el barrio chino en las inmediaciones de la estación de Belgrano del FFCC Mitre, el acceso a productos del mar y del río de calidad, ya no es tanto un problema.  
 Uno de mis descubrimientos más interesantes, fueron los calamares a la parrilla. Sí, así como suenan. Es un plato simple, de enorme sabor, muyyyy accesible en términos de precios y se hace muy rápido.
Los calamares los compro enteros y los limpio yo, no es nada difícil, así que les explico:
1.       Se tira desde los tentáculos con cuidado pero con presión y así se vacía el tubo del calamar.
2.       Adentro quedó la pluma –que es como una plumita de plástico metida en uno de los costados del tubo, y algo que parece como grasa.
3.       Se da vuelta el calamar como una media y se limpia. Si no podes, cortalo a la mitad con un cuchillo afilado y ahí lo limpias.
4.       A los tentáculos hay que separarlos de la cabeza y el resto de los órganos. Se corta por debajo de donde terminan los tentáculos como medio centímetro entre la cabeza del calamar y donde empeizan los tentáculos y quedan como ramilletes de unidos por encima.  
5.       Lavá todo con agua fría y dejalos secar en una tabla con papel absorbente o con un trapo debajo.
6.       Para limpiar el olor a calamar de los dedos, fregalos con medio limón y después enjuagalos bajo el chorro de la canilla.
Para la marinada hay que picar bien chiquitito: ajo, jengibre, cebollita de verdeo –la parte verde-, y aji picante. Debiera de ser lo más proporcional posible cuando lo ves en la tabla, así que ajustalo a tu sabor. Por lo menos tiene que tener de todo picado proporcional al tamaño de un diente de ajo grande. Mariná todo con sal, aceite de maíz o de sésamo, una pizca de azúcar y bastante jugo de limón.
Prendé el fuego, y cuando estén las brasas bien calientes, ponés lo más cerca que puedas de las brasas la parrilla y ahí pones los tubos de calamar abiertos con la parte más blanca para abajo – algunos los pelan, pero a mi me gusta como carameliza la piel rosadita del calamar a fuego fuerte. Los tentáculos, como son finitos y se pueden caer por la parrilla, lo más recomendable es pincharlos por palitos de brochette. Se compran por bolsas de 50 o 100 en cualquier súper. La clave es que los remojes un poco antes porque si no se pueden quemar.
No tardan más de unos minutos por lado si el fuego esta fuerte. Pero como la cocción depende del tipo de fuego, no sigas un reloj, miralos bien, van a cambiar de color y te vas a dar cuenta que se ponen crocantes y dorados.

Podes hacer un montón en un ratito! Acompañalos con calabaza, cebolla y papa a la parrilla y una ensaladita de tomate y rúcula, un vinasi rosado helado o birra, y casi que te vas de viaje en un bocado!

lunes, 10 de junio de 2013

Pasta Alla Puttanesca. rico & rápido y un toque furioso

El mundo, se separa entre quienes un domingo de fresca y sol al mediodía, añoran el asadito del viejo, o los ravioles de la mamma… Sí, es una sobresimplificación del comer bonaerense y porteño, pero a mí, en alguna medida me pasa eso. En mi familia nadie amasó pasta chuta, no había ollas humeantes de tuco estofado los domingos al mediodía. Sí había asadito, ritual del asadito de mi viejo, viviéramos o no juntos. Cuando era chica, mi viejo, mientras hacía el asado, me cortaba la punta de la baguette y sacaba la miga en forma de cucurucho, la mojaba en la tablita donde cortaba la carne y me daba ese cucuruchito de juguito –de cocción del asado, es obvio lo que es, pero no lo voy a decir porque le quita toda la mística ;)-, mientras en otras casas, era la crosta del pan con una proporción específica de miga la que se mojaba en la olla de salsa.
Mi vieja cocinaba y cocina como los dioses, es una gourmand nata, le encanta deleitar y lo hace en el 99% de las veces, pero las pastas no eran cuando yo era chica algo que le encantara cocinar –gustito que tomó luego con los años, y hoy hace unos raviolones que son un es pec ta cu lo.
Volviendo a las salsas, no tengo un gusto adquirido por las pastas. No es que no me gusten unos ravioles caseritos o unas pastas bien hechas, pero no es lo que más me mueve el amperímetro. Además, las salsas, esos tucos jodidamente gustosos, no son mi especialidad, cuando me salen, me salen de carambola. Hay otras salsas que sí me salen muy bien y son muy ricas, pero en general tienen crema, hongos, panceta… es decir, cosas gustosas de por sí.
Hacer un buen tuco es un oficio que aún no masterisé. Pero he encontrado diferentes formas de comer una rica pasta y salir de un apuro al mismo tiempo.

He aquí la receta de unas pastas express: Spaghetti a la putanesca.


La salsa de tomate con el tomate fresco, en una ciudad como Buenos Aires, no siempre es la alternativa más recomendable. Los tomates no siempre están a punto, maduros y sabrosos como tienen que estar para hacer salsa. Si en buen tándem con la verdulera amiga, consiguen, al frente con ellos, sólo hay que sacarles la piel.
Opciones para sacar la piel: se pueden pelar a cuchillo afilado, como a una manzana, o remojándolos unos segundos en agua caliente, o bien, los cuartitos sin semillas los pones en la sartén durante la cocción, tapándolos un ratito, se depega la piel y la pelliscas con los dedos y sale-
Si no, para mí gusto la mejor opción que sigue es el tomate triturado en botellas o lata, tenés que encontrar la marca con el grado de acidez justo para tu paladar, pero a mí la Inca me gusta mucho y es súper útil. Mirás la fecha de vencimiento y listo.
Esta salsa es rápida, tiene pocos ingredientes y por ende, todo tiene que estar bueno, si no la arruinas.
Además del tomate necesitas: ajo, aceitunas o alcaparras –me gusta más con alcaparras, pero va con las dos- aceite de oliva que sea bueno, sal, pimienta y ají molido, peperonccino o algun picantito que te guste y anchoas en aceite. La elección de los filetitos de anchoas es parecida a la de un buen jamón crudo –que comparten el gusto por un buen curado y salado-. No compres berreta, si son muy truchas tenés que usar más cantidad, no le aportan el gusto pronunciado de un buen curado, y te pueden arruinar el plato. Las anchoas te das cuenta que son buenas cuando las sacas y el filete está entero, tiene color rosadito y no tiene espinas duras. Las probas una vez- se pueden ver por el frasquito, pero es bien a prueba y error, cuando encontrás las que tienen tu sabor preferido, te haces fan ;).  
Las alcaparras y las anchoas, son esos grandes comodines que uno tiene que tener en su despensa en casa, porque te sacan de apuros, embellecen y destacan una preparación y son, como dice el Principito, escenciales e invisibles a los ojos.


Mientras pones el agua para hacer los spaghetti de paquete – a mi me gustan de los industriales los Lucchetti-, pones una sartén al fuego. Allí pones: bastante ajo bien picadito (3 o 4 dientes), con los filetes de anchoas picaditos también (dos por cada diente de ajo, aprox. No te preocupes que no da gusto a salsa de pescado, ni ahí, confiá en mi). Todo eso en abundante aceite de oliva. El ajo se va a cocer rápido y las anchoas se desarman, y se hace como una salsita pastichenta. Ahí le pones unas cucharadas de alcaparras o aceitunas, y toda la botella de salsa de tomate o dos latas, o los tomates en cuartos que cuando los tapas les quitas la piel y los aplastas con un pisapuré. La salsa tarda lo que tardan en hacerse los fideos, los colás, y los pones en la sartén. Sartnealos para que estén todos cubiertos de salsa y listo!!
Con un vinito tinto rico sale como piña. Yo los comí con un Latitud 33 Malbec.



EXTRA: Pan francés, frotado con ajo y aceite de oliva, cubierto de queso rallado, al honro 5 minutos, acompaña infinitamente bien esta preparación.