Una red de data posta para descubrir las comidas, los platos y mercados de Buenos Aires, de boca en boca y bocado a bocado.
miércoles, 20 de marzo de 2013
Le Morfi
En medio de esta moda de siglo veintiuno de la comida y de la cocina, de los chefs y los gourmands que opinan y juzgan todo, proponemos enfatizar en el COMER, en quienes se ponen a cocinar para darnos de comer, en los lugares a los que vamos a probar sabores y gustos, y los platos que más te gustan.
Le Morfi quiere devolverle a la cocina, el comer y los gustos ese lugar tan propio, diverso y libre que escapa a los "deberes ser" que lxs "Especialistas" en comida nos repiten casi como sermones.
Le Morfi es para herejes, para quienes se resisten a engullir "moda", y son capaces de desayunar frutas y semillas, cenar en la calle o un lugar cheto, y merendar un sandwich de pan francés, salame y queso!
Como la pascualina de la foto
Cae la tarde y caigo en la cuenta de cuán a full
empezó el año, reloaded. Las vacaciones quedaron atrás, tan atrás que ya ansío
las próximas… por suerte, existen los fines de semana largos y la perspectiva
de semana santa permite sublimar planes y planificaciones de descansos.
Pica el bagre, hay hambre, y empiezo a pensar la
cena. Aunque cocinar es una de las actividades más lúdicas y relajantes en mi
vida, no todos los platos son relajantes y aptos para ser encarados después de
días de largo trajinar.
Quiero algo rico, un mimazo de tardenoche… Algo que
no me caiga pesado, pero que sea suculento. Pienso en algo que no sea muy
complicado ni muy caro, que no tena mil y un pasos y que aún sea muy rico. Y en mi universo culinario, eso
puede ser una pascualina. Hay dos cosas
que tiene que tener una pascualina para que se pueda llamar así y que cumpla
con los requisitos anteriores: 1) mucho relleno con suficiente huevo duro para
que los comensales no nos ataquemos con los cubiertos, para empezar a hablar.
Y, 2) tan imprescindible como el primero y condición sine qua non, masa crocante.
Nada más triste que una tarta de verdura –me guardo el titulo de pascualina
para las que sí lo merecen- con masa blandita y pálida, que cuando la agarras
se dobla, casi como con ganas de suicidarse por lo triste de su existencia
culinaria.
Mucha gente hace pascualinas complejas, con varios
pasos de cocción que se unen hacia el final… Y si bien están buenas, requieren
un esfuerzo que no es exactamente lo que buscaba cuando se me ocurrió esta
forma de hacer pascualina, rica, rápida y barata!
Hay veces que hago la masa yo, pero hoy estoy
cansada, así que bajé al súper chino que está literalmente a 10 pasos de la
puerta de mi casa y compré una masa pre hecha. El dato en estos casos es que
tiene que ser la más barata: tiene más grasa que las otras y eso hace que quede
muy hojaldrada cuando la cocinas a fuego fuerte. El relleno tiene espinaca y/o
acelga (tres paquetes o cuatro por lo menos), un diente de ajo, una cebollita
de verdeo (parte verde solo), una tirita de morrón rojo, queso de rallar, sal,
pimienta y 6 huevos.
Para que el relleno no quede acuoso y verde pálido
como suele quedar cuando se hierve la verdura, lo cocino en una cacerola
pero sin agua. Lleno la olla, pongo la
tapa y recién ahí prendo el fuego fuerte. Se cocina por tres o cinco minutos desde
frío –depende del tamaño de la olla, yo uso una gigante, pero se puede hacer en
tandas- y tapado, la propia acelga o espinaca largan su agua y el vapor que se
forma los cocina re bien, sólo hay que revolver una o dos veces para que lo de
abajo quede arriba y viceversa. Cuando está lo pongo a escurrir en un colador
sobre la cacerola así larga todo el líquido que le queda. Mientras rallo el
queso – uno o dos puñaditos, depende de cuánto te guste-, corto la tirita de
morrón bien y la parte verde de una cebollita de verdeo bien finito –si no sos
un az con el cuchillo podes cortarlos con tijera y sale genial- y el diente de
ajo lo pongo rallado. Todo esto va así chiquitito porque sólo se cocina en el
horno y queremos que tenga gusto y no
sea muy fuerte. La masa ya está extendida en la tartera. Data para esto: dejala
afuera de la heladera para que sea maleable y no se rompa cuando tratás de que
llegue a los bordes. Cuando terminé de
hacer eso mezclo todo –la verdura la pico un poco para que se mezcle bien- y lo
esparzo y armo 6 huequitos en el relleno, donde pongo los huevos en crudo, se
van a cocinar perfecto en el tiempo que la tarta que está en el horno, te
ahorras hervirlos y quedan riquísimos. Todo condimentado con sal y pimienta
negra o verde, y un toque de ají molido. Tapas con la otra masa y al horno.
La última data es que el horno tiene que estar
caliente, posta caliente, porque si lo pones bajito ahí se te arruina la masa.
Eso va a dorar la masa rápido y hacer que se ponga hojaldrada. Cuando está dorada
está lista, pero hay que dejar enfriar 3 minutitos aprox. para que se corte
bien.
Que tul?
martes, 12 de marzo de 2013
Masa casera de tarta "express" (data útil para mis amigxs no tan cocinerxs)
Una comida que
me encanta es la tarta, en todas sus variantes. Pero fui encontrando que los
discos de masa comprados (tan útiles para otras preparaciones) me complican: duran
muy poco en la heladera, y cuado me quiero acordar tienen moho; si los “frizo”
descongelarlos luego no es tarea sencilla; además suelen ser algo sosas, sin
gusto definido; y, finalmente, si hay
algo que me enerva es intentar que ese disco se adapte a mi tartera sin
partirse ni agrietarse, causando que mi relleno se desborde por todos lados!!!!
Por eso, encontré que lo más sencillo es dedicarle 3 minutos a preparar la masa
casera (si, son 3 minutos ¡o menos!, siempre que unx haya abandonado las
pretensiones de un pastel, es decir doble masa…). A mis amigxs no muy cocinerxs
estas tartas parecen gustarles mucho, y me han pedido que les pase la data de
cómo hacerla, aquí viene!
Mi masa casera
“express” tiene, aproximadamente, las siguientes proporciones: 2 tazas de
harina, 2/3 taza de agua, 1/3 taza de aceite del que más les guste (o la misma
cantidad de manteca), una pizca de sal. Sepan que estas proporciones son
siempre aproximadas, pero conviene comenzar con ellas, y si vemos que falta
agua, agregamos una cucharadita, si vemos que quedo muy blanda, le metemos un
puñado de harina…hasta que le tomen la mano!
En la misma
tartera donde cocinaremos la tarta ponemos la harina, hacemos un hueco en el
medio, volcamos el agua, el aceite y la sal, unimos, y luego con los dedos la
vamos aplastando hasta cubrir todo el fondo y bordes de la tartera. Descargamos
nuestra agresividad pinchándola todita con un tenedor, y 5 minutos al horno.
Una vez que sale, la podemos rellenar con lo que queramos, y de vuelta al horno.
Lo que más me gusta de hacer mi porpia masa es que puedo hacer las variaciones que más
me gusten. Cuando voy a hacer tartas de verdura, me encanta hacerla de harina
integral, y agregarla varias cucharadas de semillas de sésamo, girasol, chia…o
avena! Por lo general esta masa me va a pedir un poquitín más de agua, si ven
que con la cantidad que les pase no se une, vayan agregando de una cucharada
por vez, hasta que resulte. También lo pueden probar con otras harinas, la de
centeno es un poco pesada pero también queda deliciosa.
Pero si voy a
hacer una tarta de pescado, pollo o jamón y queso, la masa me gusta de harina
blanca, y con yema de huevo! En este caso uso 2 tazas de harina, 1/2 taza de
agua, 1/3 taza de manteca, dos yemas y
una pizca de sal, el sésamo también le queda de mil maravillas. Queda una masa
más quebrada, muy parecida a la de la “quiche”.
Bueno, hasta acá llego mi parte,
jueguen con estas masas, encuentren sus variaciones, y si les quedaron súper
ricas, pasen el dato!!!!
miércoles, 6 de marzo de 2013
Cookies de domingo frío y lluvioso
El domingo a la tarde coronaba uno de esos fines de semana
en los que tenía una larga lista de cosas y, en definitiva, ¡no hice ni una
sola! Llego ese momento en que me sinceré con la fiaca, y decidí entregarme a
mi pasatiempo favorito (y actividad más sistemática también): cocinar!
Pero, en verdad, para mi hay muchas formas de cocinar, esta
mi cocina de todos los días, sin duda sabrosa, fresca, sana, pero con mucho más
amor, “saber hacer” y rapidez que creatividad y dedicación. Esta también la
cocina de agasajo, puede tomar tantas maneras diferentes como agasajados, y,
para mi, es una cocina en donde no sólo persigo sabor, originalidad, sino
también estética en la presentación (de esta gran piedra en mi zapato ya hablaremos
en otra oportunidad!). Y, finalmente, esta la comida que yo quiero comer y me
gusta a mi. Curiosamente (o no tanto, las lectoras me comprenderán) es este
“cocinar” el que menos practico. Cocinarme no es simplemente hacer comida aún
si estoy sola, esa comida entra en la primer categoría, cocinarME, así, con ME
mayúscula, es una suerte de introspección, juntarme con mis ganas, con el sabor
que se me hace en el fondo del paladar, con la elaboración o la simpleza que se
me juega ese día…en fin, es compartir conmigo un poco de todos esos mimos que
una reparte siempre por el mundo! Pero basta de chachara, volvamos al domingo.
En fin, como decía, decidí que me iba a cocinar, y la verdad
que me moría de ganas de algo dulce, pero rico y dulce en serio. Facturas o
golosinas tenían varios problemas: el primero es que, para mí, no llegan a
cumplir ese “ricor” del que precisaba esa tarde, pero además había que salir de
casa, y finalmente (se que es un error confesar esto en estos tiempos de
fingido hedonismo que nos caracteriza) a veces me da mucha bronca meterme
tooooodas esas calorías por algo que no me conmueve. Pero además de todo esto,
cuando de dulce se trata, he encontrado que nadie me conoce mejor que mi propia
mano. Me decidí por algo sencillo pero que, bien hecho, puede ser muy especial:
unas chocolate chip cookies (razón por la cual mi marido me amo…más que de
costumbre).
Como mi abuela me enseño, en la cocina se puede meter toda
la creatividad que una quiera, pero cuando de repostería se trata, más vale seguir
algunas normas básicas, y así fue, busque entre mis libros recetas de
cookies…pero no me convencían las proporciones. Busque en la web (bendito
recurso) y encontré una que me gusto, les paso el vínculo: http://www.popularcookierecipes.com/Chocolatechip.html
Los ingredientes eran
3/4 de taza de azúcar; 3/4 taza de azucar negra (la de fantasía, que se
compra en el super, a mi me parece una truchada, así que en casa nunca hay); 1
taza de manteca a temperatura ambiente (en casa sólo tenia poco mas de medio
pan de 100, mas o menos 1/3 de taza); 2 huevos batidos; 1 cucharada de te de
extracto natural de vainilla (tengo siempre, juro que se me había acabado la
noche anterior, por alguna razón antojada con leche caliente con vainilla); 2 1/4 tazas de harina 0000; 1 cucharada de te
de bicarbonato de sodio, 3/4 de
cucharada de te de sal, y 2 tazas de chocolate semi-amargo en chips o trozos.
Como mencioné antes, no estaba dispuesta a salir de casa y,
como leyeron, varias cosas me faltaban. ¡Por
suerte el ingrediente fundamental, el chocolate, en casa nunca falta! En fin, me puse manos a la obra para pensar
reemplazos. Lo primero era pasar la receta a la mitad. Tip, una cosa es hacer
reemplazos y aggiornar una receta, pero 1/3 de taza de manteca jamás puede
reemplazar a 1 taza. Si paso la receta a la mitad ya estamos hablando de 1/2
taza de manteca, y con un retoque aquí y allá, magia, 1/3 de taza hace de
media. También tenía que reempalazar el azucar negra, podía poner mas azúcar
común, pero iba a faltar la melosidad, sumado a la escasez de manteca…Pero,
voila, me acorde que tenía miel del valle, bien rica, esa miel cremosa…La miel
me iba a reemplazar parte del dulzor y melaza del azucar negra, pero a la vez
iba a aportar algo de lo cremoso y chirle de la manteca. Ya estaba todo
resuelto!
Batí un huevo y lo deje aparte. Puse 1y ¼ taza d harina en
un bowl, le agregué 1/2 taza de azucar,
½ cucharada de bicarbonato y ½ de sal (me gusta ese dejo saladito bien marcado,
realza mucho el sabor). Como no tenía esencia de vainilla se me ocurrió que 1/2
cucharadita de canela podía quedar muy bien, así fue! En otro bowl calenté al
microondas (unos pocos segundos, para drertir nomás) lo que tenía de manteca
junto a dos cucharadas soperas, bien colmadas, de miel. Fui incorporando los ingredientes líquidos
(huevo, manteca, miel) al bowl de los secos (harina, etc), y mezclando hasta
obtener una masa chirle y firme a la vez. Recién ahí, incorporé una taza bien
llena de pedazos de chocolate, esos de águila bien amargos, 60% cacao. Ojo que
hay que mezclar con mucha fuerza.
Prendí el horno en máximo. Mientras tanto sobre una asadera
puse mi placa de silicona (un gran invento que evita andar enmantecando por la
vida), y con una cuchara de te fui poniendo montoncitos de masa, yo diría
máximo 12 por tanda, bien separados unos de otros, mas o menos 5 cm, porque la
manteca va a hacer que la masa se derrita y ¡se nos pueden pegar las cookies
entre si! Los ponemos en el hrono, apenas unos minutitos, 4 maso, tiene que
haberse dorado un poquitín por abajo. No podemos sacarlas de la asadera por un
ratito, porque van a estar muuy blanditas. Esperamos 5 minutos, y ya las
podemos pasar a un plato, soplar y probarlas!
La mejor manera de conservarlas es en un tupper en la
heladera, se van a poner duras, pero las sacamos un ratito antes de comerlas,
que tomen temperatura ambiente, y se ponen perfectas. Acompañadas de un café
cargado o un chai…¡definitivamente un sabor de domingo lluvioso y frió!
Nubes de Maracuyá
La primera vez que recuerdo
haber probado maracuyá debo haber tenido 3 años, fue en jugo, para el
desayuno…probablemente en las costas paulistas de Ubatuba, donde vacacioné con
mi familia hasta más o menos los 11 años. Para mí, el maracuyá es el dulce de
leche de mi infancia. Sí, ya se! Todos –o el 99% de los que leen esto- deben
estar con la cara de mi pobre angelito cuando se da cuenta que se quedó sólo en
la casa… pero mi respuesta es la siguiente (y creo que salimos ganando todos)
si a mí no me seduce el dulce de leche, más para vos…
Antes de que fuera famoso en los
paladares gourmet porteños, el maracuyá fue mi favorito, mi sabor de helado, mi
jugo matutino, el dulce de mi elección… Había olvidado su sabor después de
muchos años de ostracismo brasileiro en la adolescencia y temprana adultez,
hasta un almuerzo con mi madre. Un sábado al mediodía de 2004 habíamos ido a
comer a Sudestada en el pituquísimo barrio de Palermo Hollywood. Todavía las
porciones eran úber abundantes y los críticos gourmet aun no lo había
“descubierto”. Simplemente era un bolichito lindísimo en una esquina que estaba
medio derruída, y tenía una parrillita de barrio enfrente que se llamaba el 22.
De ese almuerzo de menú de curry y agua limonada con menta y jengibre que era
todo un exotismo, el postre fue lo que se destacó, me voló la cabeza y me
piantó un lagrimón al estilo de la magdalena de Proust. Pedimos una tarta de
maracuyá y banana, un bocado del manjar dulce y me transporté a mi infancia,
sensaciones, colores, olores y demás. No termino de recordar bien la receta,
pero no sé si importa para el caso porque lo relevantemente importante es que
reintrodujo en mi paladar un sabor amado de la infancia que aún disfruto y
adoro.
La excusa hizo que invente el
mousse de maracuyá más fácil y rico: haces un almíbar/caramelo con azúcar y la
pulpa de maracuyá con semillas y todo desde frío, cuando está empezando a
ponerse dorado clarito lo apagas. Va a quedar color ámbar, divino, y las
semillas de maracuyá van a quedar crocantes. Con ese caramelo haces un merengue
tipo italiano: batís un toque las claras con una pizca de sal, cuando se ponen
como nubecitas le vas echando de a poquito el almíbar/caramelo, cuando está
firme, le agregas un pote chiquito de crema batida, al freezer y listo!
Las olivas ilustres de mi cocina
Las aceitunas me gustan mucho. Mucho, mucho. Tanto que mi
viejo me decía Clemente cada vez que me veía pescar un par de verdes delicias
de los frascos que había en la heladera. Hace unos largos meses, en la casa de
una amiga –que en realidad estaba cuidando la casa de una piba que se había ido
de vacaciones- cocine una cena para nosotras que titule como “pollo marroquí”,
pollo, aceitunas, cascarita de limón, gajitos de limón, ajo y cebolla. Quedó
fabuloso, riquísimo y con un twist. No sé si efectivamente existía el plato tal
como lo hice, pero no podía estar muy lejos, pocos ingredientes y de la misma
región, una larga cocción para unir su nobleza… era una parejita perfecta de
unas cervezas heladas para una noche de verano. Mi vieja alguna vez había
cocinado algo parecido y ese día quise repetir la sensación de boca que como
recuerdo invade y remonta, tenía gustito a risas a carcajadas en el patio de su
casa. Me copo y lo quise reproducir.
Estuve en septiembre de 2012 en Catamarca y me compré un
kilo de aceitunotas catamarqueñas! Volví y reincidí. Debo confesar que entre
uno y otro momento hay un petit
agujero noire: hubo un intento de
repetir el pollito marroquí que bajo las estrellas de devoto nos deleitó a mi
amiga Marianita y a mí mientras bajábamos el calor en el patio bebiendo unas
cervecitas Patagonia rubias.
Pero, de todo error culinario –estoy casi convencida- hay un
aprendizaje. Entre conocer y saber hay un trecho, el hacerlo carne, el entender
efectivamente qué es lo que cambió…
El limón tiene una virtud y un gran defecto para cocinar.
Puede ser la fragancia y el sabor que le den al plato ese punch que lo separa
de lo terrenal o hundirlo en la miseria de la amargura más amarga. La piel del
limón NO puede tener nada de blanco, es amarga, mu-u-u-y-y amarga y cuanto más
se cocina más amarga es y más invasiva es, y los hollejos entre gajo y gajo de
limón –lima y amigos- también lo son, no importa cuánto tiempo los cocinen en
agua separada…
Lo sabía, pero conocer no es saber, el saber hay que hacerlo
carne… Hecho está. Lo blanco no se usa MAS!
El segundo intento de “pollo marroquí” había sido un
desastre. Pero como no hay dos sin tres, comencé con la tres y descubrí que
pollo puede ser bien sustituido por carne, cerdo o repollitos de Bruselas para
los amigos veggie veggie, que combinan genial con los ingredientes de base de
la salsa. En este manjar de aceitunas y sus amigas, donde la clave de este
viaje estuvo en rescatar la complementariedad de los sabores de la entrada al
estrecho de Gibraltar… La data:
Ajo (buena cantidad), aceite de oliva (poco, pero bueno, con
una o dos cucharadas alcanza), cebollas (salteadas inicialmente con un puñadito
de sal –se tienen que ablandar rápido y deshacer, porque van a ser la
salsita-), comino (un amigazo del mediterráneo africano/europeo, poquitito
poquitito porque se lleva el chow, si es en granos una pizca, si es en polvo
media cucharadita de te), tomate (de verdad, con dos peritas alcanza), la carne
(pollo, vaca o cerdo, con o sin huesos, todo queda bien) o los repollitos, la
vedette –aceitunas, a gusto del consumidor-, y cascarita de limón (sacada con
el pela papas dos tiritas tipo curitas,
despojadas de toda blancura, van enteras). Sal, poca pimienta blanca, un
vasito de agua o vino blanco…
Mayonesa que no es mayonesa con un “guiño, guiño- codo, codo”
Es pleno verano. El sol y el calor arrazan. En lo de Luisa, la verdulería de la esquina de
casa, después de nuestra charla de comidas latinoamericanas me trajeron
huacatay. Es una hierba muy usada en la comida peruana, tiene como un aroma recontra
interesante, fresco, alimonado y mentolado de fondo al mismo tiempo, con un
toque un poco parecido al estragón fresco. Para mí compite cabeza cabeza con el
cilantro y en muchos casos le gana… Tendrán que probarlo y ver qué onda
ustedes… Para mí va fresco o en cocciones guisadas.
En este caso, una mayonesa sin huevo y sin aceite, ja, pero
con todo el sabor, que levantó una tarde de sol y mucho calor.
Procesar una palta con un puñadito de sólo las hojas de
huacatay, medio pocillo de café de agua,
jugo de un limón. Últimamente ando con muchas ganas de ácido y para eso
prefiero los de caipiriña, y si bien son bastante más caros –los consigo a 20
el kilo en mi verdulería- con medio y la rayadura de la cascara verde solamente
sale genial! Un datillo: si después de exprimir el limón, lo congelas en el
freezer, es mucho más fácil rayar la cascara sin entrarle a lo blanco y alarga
la vida útil del limón carito, je.
El yeite con esta mayonesa es que no es pesada, es fresca y
tiene mucho sabor, más allá del de la palta que queda como de fondo. La palta
como ya tiene aceite propio, procesada con un toque de agua emulsiona recontra
bien y con el limón levanta! Si comés picante podes agregrle un poco de alguito
fogoso que también queda rico. No olvidarse de la sal porque si no queda medio
dulzona.
DATA EXTRA sobre Huacatay, sí, es de wickipedia, pero esta
chequeado amiguitis! http://es.wikipedia.org/wiki/Tagetes_minuta
De gatitos, pescados y otras yerbas
2 platos de pescado simples, ricos y pagables
De chica había un libro que me
fascinaba “la princesa gatito en gatolandia”. En realidad me fascinaba desde
antes de poder leerlo, el libro era de mi hermana mayor, ya por eso digno de
veneración, pero además tenía un formato de historieta por lo que ¡¡¡estaba
lleno de dibujitos de gatos!!! Recuerdo, particularmente, que el rey gato se
portaba muy mal, la princesa vivía retándolo, porque se daba atracones de
“cabecitas de pescado” que lo indigestaban. En casa esta el gato “Silvestre”,
que comparte el vicio del rey. ¿Qué será que hace que los gatitos domésticos pierdan todo decoro y lealtad ante
un pescado? No conozco otros animales tan poco afectos al agua y, sin embargo,
con tanta adoración por sus frutos. Si tan sólo este mismo esmero engullidor lo
pusieran en la masticación de ratas y pajaritos, a quienes suelen dejar a medio
morir como ofrenda. Claro, como los gatos de tontos no tienen nada, elijen
ofrendarnos ratas y cucarachas, y auto-adjudicarse nuestros pescados como
ofrendas hacia ellos, en fin… Se supone que los gatos comenzaron su simbiosis
con nosotras/os hace unos 9000 años, allá por el neolítico, cuando la humanidad
comienza a “domesticar” el mundo vegetal, se producen excedentes agrícolas y
los graneros comienzan a ser atacados por esos sobrevivientes eternos: los
roedores. Los gatitos, muy contentos, comenzaron a congraciarse con la
humanidad, comiéndose a ratas, ratones y otras alimañas, y, supongo yo,
recibiendo algunos otros premios comestibles y caricias. ¿Será que en ese
proceso el paladar se va refinando, y aun cuando las ratas siguen huyendo al
oler “gatunidad”, los gatos elijan no tragarlas? Y, ¿será el gusto por el
pescado del gato domestico herencia genética
de sus antepasados pescadores “de garra”? ¿O será un gusto adquirido al amparo
de la humanidad, seducida por estos bellos seres? Dificil saberlo, así que
mejor avancemos con algunas certezas, como que estos platos les van a parecer
muy fáciles y les van a gustar mucho.
Trucha a la plancha
Empiezo por lo más sencillo,
trucha a la plancha. Compre unas hermosas truchitas de Bariloche en la
pescadería del barrio y, a riesgo de ser atacada, ofrendé las cabecitas a las
bestias, mis gatos Silvestre y Juana. Yo las preparo súper rápido, y no fallan.
Además las truchitas patagónicas son
súper económicas (en relación a lo que cuesta el pescado en esta bendita
tierra, claro). Como adelante les saco la cabeza, en realidad lo mejor es
dejarla, pero entre nos me dan un poco de impresión los ojos “mirándome”, y
mantengo entretenidos a los gatos que, de otra forma no me dejarían cocinar. Para
mi al cocinar pescado, especialmente cuando tiene sabor definido pero delicado
como la trucha, hay que mantenerlo
simple, que sea su sabor lo que destaca, que el resto de ingredientes ayuden a
resaltarlo, y no opacarlo. Por ejemplo, nunca elegiría para pescados
condimentos tipo roquefort o mostaza, en cambio, en determinadas combinaciones,
pueden quedar muy bien las aceitunas o alcaparras. Bueno, volviendo, las
truchitas me gusta hacerlas sobre la plancha, bien caliente, pintada con un
poco de manteca, colocandolas sobre la piel. Mientras comienzan a cocinarse
coloco apenas una pizquita de manteca por arriba, y la froto con un diente de
ajo cortado a la mitad. Espolvoreo una pizca de sal, y cuando estoy a punto de
retirarla del fuego le agrego bastante pimienta negra recién molida. Para
acompañar lo mejor es hacer unas papas al natural, conviene elegir papas
pequeñas, o si son grandes cortarlas en dos o tres pedazos, y hervirlas en su
punto justo. A mi me gusta después ponerles por encima media cucharadita de
manteca, o un poco de queso crema, sal y perejil fresco recién picado. Para
acompañar también con algo más fresco lo que encuentro que mejor combina son
algunas hojas de rúcula, con unos “hilitos” de cebolla cruda y unas gotas de
aceite de oliva. Obviamente, con el plato ya en la mesa, hay que poner unos
gajitos de limón. Nada más simple, y a la vez más rico y con un toque de esa
sofisticación que da la cocina de “no todos los días”. Combinado con un vino blanco bien frio es
genial!
“Moqueca criolla”
Plato inspirado en la moqueca
brasilera, pero con lo que podemos encontrar en un país que sigue pensando lo
extranjero como exótico, y lo exótico como distinción…
Lo ideal es tener una buena olla
de barro, grande y amplia, en su defecto una de hierro, y si no la que haya con
hornalla en mínimo. Se usa corvina, robalo, pez espada, congrio…yo uso “cachetes”
de abadejo, pero la verdad es que últimamente están muy caros, y también puede
usarse algún otro pescado carnoso, compacto y más barato. Con 1 kilo de pescado
vamos a cocinar para unas 5 personas.
Después vamos a necesitar más o menos un kilo de tomate, medio de cebolla, 1 ají
rojo, uno verde y, porque no, uno amarillo! 2-3 dientes de ajo, bastante
cilantro, una botellita o latita o tetrabrik pequeño de leche de coco y si
consiguen o tienen, una cucharada colmada (o dos) de aceite de dendé. Sal,
pimienta…aji molido, o alguna pimienta picante…Y arroz hervido con un poco de
sal! Una de las precauciones a tomar al principio es agarrar uno de los
cachetes, cortarlo en dos, y dárselo a cada uno de los gatos. Como es un pedazo
más bien grande, y de carne compacta, los va a tener entretenidos un buen rato,
pudiendo una dedicarse a otros menesteres.
¿Cómo hacemos? Primero picamos
bien chiquito el tomate, la cebolla y los ajíes, y en la olla vamos haciendo
una capa de tomate, cebolla y ají, luego una capa de pescado, de nuevo los
vegetales, y así, hasta hacer tres o cuatro capas, de acuerdo a lo amplio de la
olla. Vamos a echar un chorrito de aceite, un poco de sal, y lo dejamos cocinar
muy lento, tapado, que vaya largando el agua, más o menos 40 minutos, para que
todo vaya tomando sabor. En realidad, la receta original indica que el aceite a
utilizar en la cocción es el de palma o dendé, pero queda muuuuy pesado. A mi
me resulta mejor hacerlo con aceite común, y agregar la cucharada de dendé al
final. Pueden optar por poner una parte del ajo picado y el cilantro durante la
cocción, o agregarlo todo junto al final, crudo. A mi me gusta más así, queda
más fresco. Pasado el tiempo destapamos sin apagar el fuego y agregamos el ajo
picado, la lecha de coco, apagamos el fuego, agregamos el aceite de dendé y el cilantro
bien picado. Podemos moler pimienta negra encima, o usar alguna pimienta
picante brasilera o la que tengamos! Si están a principio de mes y se quieren
jugar pueden comprar un puñado de camarones pelados, 200 gramos más o menos, y
los ponemos por encima de nuestra moquea cuando le agregamos el ajo y la lecha
de coco, y lo dejamos en fuego mínimo, y con la olla tapada, 3 minutitos más.
En un plato servimos una generosa
porción de arroz, y un cucharon del guiso por encima….es simplemente delicioso!
Acompañado de cerveza, o caipirinha!
La delgada línea del ecuador: los mejores panqueques del verano
El desayuno tradicional del Ecuador consiste en café
(generalmente concentrado rebajado con agua o leche), jugo de frutas tropicales
licuadas con agua, pan, queso de hoja –un queso fresco mucho más consistente
que el disponible en Buenos Aires, salado, blanco, de poco estacionamiento[1]-,
huevos a su gusto – revueltos, fritos, pasados por agua, etc- y un plato
caliente generalmente un guisado con alguna proteína propia del lugar: mariscos
o pescado en la costa, carne o pollo en la sierra. Es abundante, fuerte, sirve
para tirar casi todo el día y hay que animarsele, siendo una porteña, a la
comida fuerte guisada a la mañana.
Más allá de la tradición también hay mundo! Y en Santa
Marianita, Berta sorprendió mis sabores con un desayuno fabuloso! Cambiamos los
huevos por panqueques porque es una oferta común para desayuno en el país de la
mitad del mundo, y esa mañana me había despertado paladeando un desayuno
mimoso. En mi cabeza esperaba una influencia gringa de “hot cakes” con miel,
más mi café y jugo de sandía…
Llegaron estos panquecazos grandes, enrollados como los que
hago en casa… pero al primer bocado exploté de felicidad cuando saborée un
toque de canela…. Un segundo después, descubro que el relleno era una mermelada
casera impresionante.
Me acerco a Berta y le pregunto si le había puesto canela a
la masa, con una sonrisa de oreja a oreja, y pregunto por el relleno. Me dice,
es de Guinea. Son unas bananitas
pequeñas a las que cocinaron con muy poca azúcar, un toque de lima y canela.
El paraíso. Sepanlo.
[1]https://www.google.com.ar/search?q=queso+de+ecuador&hl=es&tbo=u&tbm=isch&source=univ&sa=X&ei=YqEGUY7JM6Px0wGXjIBA&ved=0CDkQsAQ&biw=1366&bih=643
Galletitas “sanas”…o acerca de las falsas promesas de una vida integral
¿Se acuerdan
esas épocas en las que cuando una amiga caía a tomarse un mate traía
bizcochitos de grasa o unas pepas de la panadería? Ahora, en cambio, aparecen,
en el mejor de los casos, esos paquetotes de galletitas que prometen ser “sanas
y naturales”…y en el peor galletitas que tienen edulcorante!!! Desde grandes
marcas como granix, cereal mix o cuacker, pasando por líneas nacionales de
menor volumen que podemos encontrar en las dietéticas, las galletitas de avena,
de algarroba, de cereales, con granos enteros, etc., nos invaden y nos prometen una vida próspera y llena de
vitalidad. Pero, no todo lo que brilla es oro, y no todo lo que tiene avena es
necesariamente sano.
Mientras que los productos light reemplazan con químicos los ingredientes más calóricos como la grasa o el azúcar o miel, los productos integrales solo cambian lo refinado (harinas y azucares) por granos enteros, azúcar integral o miel, y a veces las grasas animales por aceites vegetales. No hace falta explicar porque las variantes sintéticas “dietéticas” no son exactamente “sanas”, pero las otras, las que nos prometen una vida integral, también esconden algunos venenos! Basta leer sus ingredientes para darnos cuenta de que junto con la avena, el azucar integral y las semillas, la mayoría (sino todas) estas galletitas integrales suman otros ingredientes que incluyen harina y lecitina de soja (origen transgénico), importantes cantidades de grasa (que aunque no sea de origen animal, suele ser aceite hidrogenado, cuyas consecuencias para el cuerpo pueden ser peores), dextrosa, emulsionantes, conservantes, inmensa cantidades de sodio, y la lista sigue…
Así que si estoy apurada, me quedo con lo que prepara el panadero, que aunque tenga azúcar blanca y grasa animal, no llevan más de 6 ingredientes, ¡y por lo menos los conozco todos! Pero si tengo unos minutos, para mi no hay nada como cocinarme mis galletitas caseras super sanas y cargadas de semillas. No hay mucho truco, elijo los ingredientes secos que me gusten o tenga, avena y/o alguna harina integral, de centeno, algarroba, semillas, nueces, frutas secas, coco, canela, clavo, azúcar moscado o integral…lo que las ganas me indiquen ese día, y se mezclan con algún medio húmedo, que puede ser agua, miel, o algo graso como aceite, manteca o huevo. No necesita ser una pasta homogénea ni nada, sólo que se arme una pasta que mas o menos se sostenga si con una cuchara ponemos montoncitos sobre una asadera. Llevamos algunos minutos al horno, las sacamos medio humedas porque después se siguen secando, y listo. Lo que mejor me resulta siempre es la mezcla de avena con canela, pasas, almendras, sesamo, girasol, coco y mucho miel. Un sabor que tiene de todo un poco!
Mientras que los productos light reemplazan con químicos los ingredientes más calóricos como la grasa o el azúcar o miel, los productos integrales solo cambian lo refinado (harinas y azucares) por granos enteros, azúcar integral o miel, y a veces las grasas animales por aceites vegetales. No hace falta explicar porque las variantes sintéticas “dietéticas” no son exactamente “sanas”, pero las otras, las que nos prometen una vida integral, también esconden algunos venenos! Basta leer sus ingredientes para darnos cuenta de que junto con la avena, el azucar integral y las semillas, la mayoría (sino todas) estas galletitas integrales suman otros ingredientes que incluyen harina y lecitina de soja (origen transgénico), importantes cantidades de grasa (que aunque no sea de origen animal, suele ser aceite hidrogenado, cuyas consecuencias para el cuerpo pueden ser peores), dextrosa, emulsionantes, conservantes, inmensa cantidades de sodio, y la lista sigue…
Así que si estoy apurada, me quedo con lo que prepara el panadero, que aunque tenga azúcar blanca y grasa animal, no llevan más de 6 ingredientes, ¡y por lo menos los conozco todos! Pero si tengo unos minutos, para mi no hay nada como cocinarme mis galletitas caseras super sanas y cargadas de semillas. No hay mucho truco, elijo los ingredientes secos que me gusten o tenga, avena y/o alguna harina integral, de centeno, algarroba, semillas, nueces, frutas secas, coco, canela, clavo, azúcar moscado o integral…lo que las ganas me indiquen ese día, y se mezclan con algún medio húmedo, que puede ser agua, miel, o algo graso como aceite, manteca o huevo. No necesita ser una pasta homogénea ni nada, sólo que se arme una pasta que mas o menos se sostenga si con una cuchara ponemos montoncitos sobre una asadera. Llevamos algunos minutos al horno, las sacamos medio humedas porque después se siguen secando, y listo. Lo que mejor me resulta siempre es la mezcla de avena con canela, pasas, almendras, sesamo, girasol, coco y mucho miel. Un sabor que tiene de todo un poco!
Secretos entre sartenes
Hay pocos lugares en los que realmente me siento
infinitamente cómoda. La cocina es uno de ellos. Cualquier cocina. En cualquier
localidad del mundo, del planeta. Con los ingredientes que haya y con los que
falten también. Con poco, siempre siento que hago mucho. Me siento a gusto. La
cocina es ese lugar perfecto de la casa. En la cocina como, leo, escucho,
cocino, doy, hago, charlo, planeo.
Es extraño, entonces, que en lugar de cocinera sea
historiadora, aunque no tanto, también me gusta, pero realmente no me pasa lo
que en la cocina en un archivo. No, de ninguna manera, no. Quizá fue una forma
de preservar el espacio fabuloso de lo no digitado, ni lo “obligatorio”, ni los
deberes ser. En la cocina, en mi cocina, no hay deberes ser. No hay recetas de
sí o sí. Hay guías, hay días en los que uso vinagre, otros, limón, otros, lima,
otros, nada. Y no pasa nada si cada día, cambio uno por otro. Conozco mi
alquimia y tiene poco de estructurada. Es un vale todo, de todo lo que vale. Parece
individual e intrasmisible, pero muy por el contrario, este vale todo poco
estructurado es lo que hace de la cocina una actividad tan liberadora y
fabulosa. Si sabe bien, sale. Si no sabe bien, se arregla. El entrenamiento del
paladar, es divertido. Pasarse probando y experimentando con ese sentido tan
único como es el sabor, morfando en criollo, está más que bueno.
En la receta se sintetizan estas experiencias… Me encanta ir
a comer afuera y leer los menues mientras espero para pedir, no para elegir que
quiero comer, sino para ver cómo piensa la cocina el cocinero que me va a
cocinar… Y confieso, que es una práctica habitual mía robar comida del plato de
al lado, probar lo que no pedí y dar para probar de lo mío aunque más de las
veces me trae problemas por no saber pedir permiso para inmiscuirme en la
comida ajena
El gusto por la comida y la cocina se transmite, y muchas
veces cosas que invento en los agasajos a mis amigos y amigas, son platos
que se transforman en recetas, es decir,
se repiten y también se transmiten. En la receta hay algo súper interesante,
porque es un diálogo entre un hacer súper prácitco y una sistematización para
transmitir y aprehender. Cocinar rico y escribir los ingredientes no alcanzan
en hacer una receta y mucho menos en que otro pueda repetirlo. Mi abuela, por
ejemplo, no sabía dar recetas, sus medidas eran sus manos, la media cascara de
un huevo que usaba de medida de azúcar y leche para sus postres… Una pizca,
decis, y cómo lo transmitis? Hacer recetas también implica sistematizar lo
transmisible. Pensando en las transmisiones y herencias de sabores, hace un tiempo, le pedí a mi mamá que me escribiera las recetas
de las cosas que inventa en su cocina, sus recetas perfeccionadas, el sabor de
la casa de mi vieja. Y en estas redes de información, también me vino a la mente un proyecto que circuló hace un tiempo, yo participé y me encantó la idea de revitalizarlo, así que acá van las instrucciones a ver si sale!
Sólo hay que copiar este texto en un mail, siguiendo estras instrucciones e incluir tu mail en el número 2.1. Enviá una receta a la persona cuyo nombre y mail figuran en el numero 1 de abajo -aunque no la conozcas-. La idea es que la receta sea con ingredientes que se puedan conseguir fácilmente. De hecho, la mejor receta es esa que conoces de memoria y que podes escribirla y mandarla de inmediato.
2. Después de enviar la receta a la persona con el número 1, y sólo a esa persona, copiá este texto en otro mail, el primer correo que tiene que estar es el mío, y el tuyo tiene que estar en número 2. Sólo deben aparecer tu nombre y el mío cuando envies el mensaje.
3. Manda el mail a 20 amigos. Y al final de unas semanas vas a recibir por lo menos 36 recetas! El retorno es fácil y rápido, y solo lo tenes que hacer una vez, a medida que la lista se va moviendo, van cambiando los nombres de los lugares 1 y 2...
1. lemorfi@gmail.com
2.
Saliendo del closet... o de la alacena
Ay!, la vida
humana no es simple. La constante humana universal es la contradicción. Como
buena mujer de mi época, conservo gran parte de los imperativos del ama de casa
modelo siglo XX, y todita la carga extra de la mujer “plena” del siglo XXI.
Profesional pero sin que eso ocupe TODA mi vida, con amigas pero sin simbiosis,
con pareja y familia pero sin llegar a ser dependiente, preocupada por mi
apariencia pero sabiendo que hay cosas más “profundas”, y, claro, con el mantra
que se vuelve casi maldición de llevar una vida “sana” y de “disfrute pleno”.
¿Pero, como hacerlo cuando esto implica combinar alcohol hasta el amanecer, con
comida viva, platos gourmet y comida comprada en la rosticería que haya abierta
a las 11 de la noche?
En estas
épocas de supuesto destape sexual, siguen diciéndonos que debe gustarnos y que
es lo bueno, y no sólo en la cama, también en la mesa. Por eso, es hora de que
también saquemos del closet, nuestros gustos culinarios. Es hora de mostrar con orgullo que comemos,
que cocinamos, que nos gusta, que quisiéramos probar, y también, que sería
bueno cambiar. Pero, esto sólo puede encararse dejando de lado la hipocresía y
abrazando la realidad. Confesando que cocinamos porque se nos antoja, pero
también porque hay que hacerlo, y, claro, en mi caso, como mujer liberada, por
mi enorme necesidad de reafirmación externa, que hace que, al final del día, lo
que más me importe es que me digan que lo que cocine salió RIQUISIMO!!! Y, si,
con estas expectativas la vida no es tan sencilla, pero haremos lo que se
pueda…
En la cocina del blog, también se cocina
Es 2 de febrero, hacen 38 grados. Trabajamos con Miri en el patio de mi casa,
bajo la sombrilla, con el apoyo infalible de Grooveshark que nos deleita con
una selección selecta de Reggae. Creo fervientemente que hay música que va con
determiandos climas y con otros no. No puedo escuchar Floyd un día de sol de
verano, ni puedo escuchar Reggae un día de frio helado invernal… Que decir, soy
así.
Promediando el mediodía el hambre arraza. No por lights, sino
porque el clima no permite otra alternativa a nuestro juicio, encaramos el
“menus almorceril” con la idea de una EN SA LA Do Ta. En la esquina está la
verdulería de Luisa. Sin lugar a duda, proveedora de la mejor verdura de La
Paternal, no per sé, sino porque hemos cultivado una relación de ida y vuelta,
ella me recomienda lo que tiene fresco y yo le cuento algunas ideas de cómo lo
preparo yo y nos pasamos datos y recetas... A Luisa se le sumó su hija, Johana, una joven y bella
mujer que acaba de dar a luz a Jazmín, la tercera generación de mujeres que me reciben
con amor cuando me asomo por la esquina. Al equipo de trabajo se suma una
cuarta mujer, arrugada y de ojos dulces, cuya confianza me tuve que ganar y con
el tiempo descubrimos que somos vecinas vecinas, de puerta con puerta.
Entre conversaciones de comidas hicimos la compra de las
verduras. Hablamos de Perú, Bolivia y Ecuador de los menúes para almorzar, de
la diversidad de los sabores, de la venta de fruta lavada y cortada en la
calle, de la comida callejera –todos temas que ya iremos desarrollando- y
finalmente compramos: paltas, tomates perita chiquititos de quinta que traen
las chicas y que son super rojos, jugosos y mucho más baratos que los de
mercado central, hinojo, rúcula y lechuga. En casa había 2 limas y una lata de
palmitos. Lavamos todo y lo cortamos en rodajas o gajos, pero el hinojo lo
fileteamos con la mandolina con lo que tuvo casi la forma de las hojas … Suena
ñoño y de programa cheto de tele, pero en realidad lo que hizo fue que no fuera
tan fuerte el sabor del hinojo y se mezclara con el resto, y medio que lo
hicimos sin saber, solo buscando la forma más fácil de cortarlo.
Condimentamos con aceite de oliva, sal y las limas –vine con
saudade de limas del viaje y compre algunitas porque me gustan mucho más que el
limón-. Acompañamos un un pan integral casero que hizo doña Miri.
De la necesidad salen los mejores inventos. Registramos con
foto y todo de lo sorprendidas que estábamos de lo BuEna que salió la simple
ensalada….DATA para el PAN:
Mezclar
25 gramos de levadura fresca o un sobre con dos cucharadas soperas
colmadas de azúcar, y ¼ taza de agua. Dejar leudar un ratito, en días muy calurosos como hoy
3 minutos sobran. Si se hace con maquina, se pone 1 taza mas de agua en la
maquina, dos cucharadas de aceite, una cucharadita de café de sal, luego medio
kilo de harina y encima de esta el preparado de levadura. Función pan integral,
y olvidarse por 4 horas. Si lo hacemos casero, poner el harina en forma de
rosca, espolvorear la sal por encima del borde de la corona, y en el medio verter la taza de agua y el aceite,
finalmente, la mezcla de levadura. Amasar y dejar leudar el bollo media horita,
volver a amasar, volver a dejar leudar, y llevar al horno medio tirando a
bajo en molde, o como un gran bollo, por
unos 40 minutos.
Fideos con mejillones y crema
Hoy, un plato rico, especial y simple a la vez, con ingredientes que pueden tenerse siempre guardados, y NADA caro: Fideos con crema y
mejillones. El pescado, los frutos de mar….mi comida preferida, lo que mas me
deleita. Aunque para cocinarlo en casa siempre tengo que luchar con otros seres
a los que amo, pero no para comerlos: mis gatos.
Pero ya otro día hablaremos sobre los gatos domésticos y la comida, ahora volvamos a nuestra pasta!
Dentro de lo que es frutos de mar los mejillones deben ser
de lo más barato, y además los compramos frizados no sólo en la pescadería,
sino en supermercados grandes, y salen lo mismo.
Lo genial de este plato es que si tenemos algunas cosas en
casa, no hay que salir a comprar nada. Los fideos pueden ser de casa de pasta,
pero también pueden ser secos y los tenemos en la alacena. A mi me
gusta prepararlo con los fideos bien gruesos, esos que son como de dos
centimentros de ancho, pero bueno, lo importante es que sean cintas anchas y
este bien al dente cuando los colamos, porque el último toque se lo vamos a dar
en la sarten!
La crema (un pote grande) y los mejillones (medio kilo)
pueden pasar un montón de tiempo en el freezer. Y después necesitamos alguna
cosita más, que si no la tenemos en casa, en el chino más cercano seguro hay: un
chorrito de aceite, una cebolla, un morrón, un diente de ajo, sal, pimienta, pimentón,
y opcional, un poco de perejil picado, un vasito de vino blanco, un poco de
queso.
Entonces, en una sartén ponemos un chorrito de aceite, y le
agregamos la cebolla picada súper finita, cuando empieza a dorarse agregamos el
morrón (chico) picado también bien chiquito, salpimentamos. Y unos minutos
después los mejillones, cocinamos por unos 3 minutos más y agregamos el diente
de ajo bien picado y el vasito de vino blanco, 2 minutos más y metemos una cucharada
colmadita de pimenton. Mientras tanto hicimos nuestro fideos, los colamos, y
los llevamos bien rápido a la sartén donde esta nuestra salsa, le agregamos el
pote de crema, apagamos el fuego y espolvoreamos con mucho perejil fresco por
encima. A mi me gustan asi como vienen, pero se les puede poner una pizca de
queso rallado… llevar más pimienta negra a la mesa!
Sin embargo, hay que advertir, que hay algunos riesgos
asociados a este plato, los gatos, como decíamos, pero como si todo esto fuera
poco, la cebollita rehogándose con los mejillones, en una sartén, sin tapa,
vuelven nuestra preparación demasiado tentadora para otras bestias, en este
caso los maridos (o esposas, hijos/as, etc.,
según corresponda), así que a no apartarse de la cocina ni un segundo.
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