Ay!, la vida
humana no es simple. La constante humana universal es la contradicción. Como
buena mujer de mi época, conservo gran parte de los imperativos del ama de casa
modelo siglo XX, y todita la carga extra de la mujer “plena” del siglo XXI.
Profesional pero sin que eso ocupe TODA mi vida, con amigas pero sin simbiosis,
con pareja y familia pero sin llegar a ser dependiente, preocupada por mi
apariencia pero sabiendo que hay cosas más “profundas”, y, claro, con el mantra
que se vuelve casi maldición de llevar una vida “sana” y de “disfrute pleno”.
¿Pero, como hacerlo cuando esto implica combinar alcohol hasta el amanecer, con
comida viva, platos gourmet y comida comprada en la rosticería que haya abierta
a las 11 de la noche?
En estas
épocas de supuesto destape sexual, siguen diciéndonos que debe gustarnos y que
es lo bueno, y no sólo en la cama, también en la mesa. Por eso, es hora de que
también saquemos del closet, nuestros gustos culinarios. Es hora de mostrar con orgullo que comemos,
que cocinamos, que nos gusta, que quisiéramos probar, y también, que sería
bueno cambiar. Pero, esto sólo puede encararse dejando de lado la hipocresía y
abrazando la realidad. Confesando que cocinamos porque se nos antoja, pero
también porque hay que hacerlo, y, claro, en mi caso, como mujer liberada, por
mi enorme necesidad de reafirmación externa, que hace que, al final del día, lo
que más me importe es que me digan que lo que cocine salió RIQUISIMO!!! Y, si,
con estas expectativas la vida no es tan sencilla, pero haremos lo que se
pueda…
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